DEMOCRACIA Y LIBRE ALBEDRÍO (IV)
Democracia y libre
albedrío (IV)
Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO
Solo las personas que han recibido una adecuada educación pueden ser motivadas por nuevos
conocimientos e impulsadas por el deseo
de imitar a personas a quienes admiran, adquiriendo así la capacidad para realizar los grandes
esfuerzos que implica superar egoísmos,
emociones, paradigmas, creencias, intereses, actitudes,
hábitos y condicionamientos. Únicamente de este modo pueden las
personas conquistar un nivel de libertad suficiente para vencer los
instintos y automatismos anidados en su carácter.
Como ser racional, el hombre debe saber que él, como animal, está
determinado por sus tendencias, que es el nombre de los menoscabados instintos
en los seres humanos, los cuales están al servicio de nuestros apetitos sensibles, y también debe saber que está
gobernado asimismo por sus inclinaciones, sus actitudes, sus
hábitos y condicionamientos. Al mismo tiempo está obligado a conocer, y a
obrar en consecuencia, que él tiene la capacidad de canalizar las energías y
los movimientos de los fenómenos mencionados, orientándolos con su
razón hacia la realización de actos que no solamente satisfagan su
sensibilidad sino que al mismo tiempo porten valores morales
pertenecientes no solo a su dimensión individual, sino tambien, y especialmente,
a su dimensión social.
Esta es una obligación que emana de un tipo de responsabilidad que se
denomina responsabilidad antecedente, la cual consiste en el deber de saber que
somos sujetos a la vez determinados y libres: determinados por nuestros apetitos
sensibles, y libres porque podemos elegir y decidir racionalmente nuestros
actos: responsabilidad que consiste igualmente en tener la convicción, y obrar
conforme a ella, de que para que prevalezca la razón y la libertad sobre los
determinismos debemos realizar esfuerzos de autodominio y canalizar hacia
el bien y la justicia la fuerza de nuestros apetitos, para no vernos
arrastrados hacia acciones irracionales y egoístas.
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