SALVADOS EN LA ESPERANZA III
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Inquietudes 19 de diciembre de 2008 |
Salvados en la esperanza III
La ética, lo hemos dicho nosotros hasta la saciedad, es cuestión de libertad, pero la libertad humana debe ser conquistada por cada persona, y todas las personas deben ser educadas para la libertad. Ahora lo dice la
máxima autoridad católica del mundo y uno de los más brillantes teólogos del universo, Su Santidad Benedicto XVI, revelando la esencia del problema: el
progreso acumulativo solo es posible en lo material,
nunca en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral. Porque
la libertad del ser humano es siempre nueva
y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. El progreso material está a nuestro alcance con solo oprimir un botón, pero el progreso moral, es
decir, el perfeccionamiento moral del hombre, exige una conciencia moral bien formada y esta solo la tienen quienes
han sido rectamente educados y aprenden,
con su propio esfuerzo, a tomar
decisiones libres para el bien.
Parece mentira que esta esplendorosa verdad no sea suficientemente conocida, o,
si lo es, que no conduzca a las correspondientes acciones de quienes tienen el poder político. Solo el
poder político puede encausar la educación hacia la formación moral de las personas, pero los paradigmas
reinantes, que pertenecen
al ámbito de la ciencia y la tecnología, no permiten el desarrollo y la práctica de las ideas
y valores éticos que sirvan de base al
perfeccionamiento humano. Como consecuencia,
la fascinación de los inventos que acumulan
el conocimiento que subyace al progreso material, inhibe el crecimiento moral
de las personas, configurándose el abismal
desequilibrio entre el progreso material y el moral, al cual se refiere
el Papa y que caracteriza el estado presente de la humanidad.
En Colombia,
por ejemplo, no existe ningún organismo oficial que tenga entre sus funciones
la de orientar y fomentar el crecimiento moral de la gente. Al parecer, ello obedece
al influjo del paradigma del liberalismo clásico
según el cual al Estado le está vedado intervenir en el fuero interno de las personas. Este paradigma conserva su valor ético, pero en la modernidad se distingue entre la moral de mínimos (se da en el fuero interno pero trasciende al fuero externo), y la moral de máximos (se da en el fuero interno y se agota en él), siéndole al Estado no solo permitido sino obligatorio realizar acciones para defender y fomentar la primera, puesto que sus normas tienen como finalidad el bien común, que es condición de posibilidad de la cohesion social y del bienestar particular de los individuos.
Al Estado no le es
permitido intervenir
en la moral de máximos, en aras del respeto a la pluralidad y a la libertad individual, pero estos
valores están
limitados por el bien común, es decir, por el bien de la sociedad, que es requisito sine qua non para alcanzar el bien individual. De esta suerte, el Estado debe realizar acciones de fomento y apoyo a
la sociedad civil para construir la moral de mínimos que la sociedad necesita para su existencia y progreso.
La crisis que vive el sistema político y económico vigente es, en el
fondo, una crisis moral, como lo hemos dicho muchas veces. Pero ante cada acto transgressor
de normas que se suscita en el actual desorden social, no se escucha una sola voz
proveniente del Estado -y tampoco de la sociedad civil- que clame o promueva acciones
enderezadas a una orientación moral de los colombianos.
Obcecados ambos por la idea-fuerza del poder y el Derecho como panacea
para lograr el orden, el Estado no hace mas que tipificar nuevos delitos y aumentar
las penas para las ya existentes; y la sociedad civil se limita a lanzar reproches
morales cuya tonalidad parece sugerir el desconocimiento de la inmensa complejidad
de los actos humanos.
Todos a una, como en Fuente ovejuna, incurren en un desacato a la inédita
advertencia de Su Santidad Benedicto XVI: El progreso material se acumula mediante
Ia ciencia y la tecnología, pero el crecimiento moral no es acumulativo: cada persona,
lo mismo que cada generación deben conquistar su libertad, que es siempre nueva,
y deben tomar siempre de nuevo sus decisiones.
Mas,ay, esa conquista no puede ser espontánea sino que debe ser inducida
por la educación. Y la educación, como sabemos, debe ser obra del Estado, la sociedad y Ia familia.
-Feliz
Navidad y un próspero año nuevo a los lectores de esta columna.
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