LA ÉTICA PROFESIONAL (I)

Inquietudes 20 de junio de 2008

La ética profesional (I)

 

Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO

 

 

La ética profesional forma parte de la denominada ética aplicada, junto con la bioética, la ética de la información, la ética económica, la ética política, la ética de la empresa y la ética de la ciencia y de la técnica.

 

La ética aplicada es lo que las mismas palabras indican: la ética, o filosofía moral, que se aplica sectorialmente a los diferentes ámbitos de la actividad humana organizada, según las peculiaridades y exigencias morales de cada uno de tales ámbitos.

 

  La ética aplicada surgió hace un poco más de tres décadas, como resultado del clamor de las sociedades pluralistas que necesitaban orientaciones para actuar en su nueva realidad y no podían seguir recibiéndolas de las religiones, porque esta es una actitud propia del monismo moral, que a la sazón se encontraba en vía de desaparecer y hoy está ya prácticamente desaparecido en el mundo occidental.

 

 

La ética -a secas- o filosofía moral, de carácter cultural, ha tenido sus vicisitudes y sus épocas de auge y de decadencia, de conformidad con los cambios de los tiempos. Primero fue su clásica división en "ética individual" y "ética social", la primera dirigida al logro de la felicidad de cada persona, y la segunda dedicada al análisis de la naturaleza del trabajo humano, el salario, el precio, las condiciones de la guerra justa, los requisitos de la legítima defensa, entre otros asuntos. De estas dos vertientes predominaba la ética individual, y la ética social se hallaba en segundo plano. Pero el conocimiento o saber de ambas permanecía en "las aulas y anaqueles, donde se repite hasta el aburrimiento qué dijo Platón y qué Heidegger y huele a rancio", según expresión de Adela Cortina, a quien seguimos en este análisis.

 

 

La gente, que no entendía lo que decían los filósofos morales, pero necesitaba de las orientaciones de la ética, comenzó a reclamar su derecho a entender. Como respuesta, la filosofía moral fue convertida por algunos filósofos en filosofía del análisis del lenguaje moral -llamada metaética-, bajo la convicción de que las discusiones y desacuerdos morales se debían a que las personas entendían cosas distintas por la misma palabra. También fue motivo para este giro la obsesión por la neutralidad que se había apoderado de Ia cultura, tras el dominio del "principio de neutralidad de la ciencia", el cual lleva a que también los filósofos morales se empeñaran en hacer de la ética un saber neutral, es decir, un saber sin valoraciones, un saber objetivo. Como consecuencia, surgió el temor a prescribir, que no permitía ningún intento de ética normativa y sí estimulaba la ética descriptiva.

 

 

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