ÉTICA Y ESTADO V
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Etica
y Estado (V)
Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO
Según Adela Cortina, las relaciones entre la ética cívica o "moral
de mínimos" y la "moral de máximos", deben ser relaciones
de cooperación, como las propias de un juego de no suma cero, y no
relaciones de competencia que son como las propias de un juego de
suma cero. En estas, lo que unos ganan lo pierden otros, y en
aquellas todos los jugadores pueden ganar. Para lograr esto es
necesario que los jugadores "tengan la inteligencia moral suficiente
para percatarse de que lo que importa es construir un mundo más humano,
conjugando esfuerzos".
Por lo tanto, en una sociedad pluralista las ofertas de vida feliz
deben hacerse con plena libertad, es decir, sin coacciones provenientes
del Estado o de la sociedad civil. Por eso las relaciones entre las
"morales de máximos" y la "moral de mínimos" debe ser de no
absorción, por lo que ningún poder político o cívico puede estar
legitimado para prohibir las propuestas de "morales de máximos".
Recíprocamente las "morales de máximos" deben respetar los mínimos de
justicia de la "moral de mínimos” y deben abstenerse de intentar
absorberla.
Igualmente, los mínimos se alimentan de los máximos, porque aunque
la "moral de mínimos" tiene su fundamentación filosófica propia, las
personas en la vida cotidiana no suelen actuar por motivaciones de mínimos
sino por proyectos de vida buena y feliz. Desde estos proyectos, dice
Adela Cortina, es posible ir descubriendo nuevas exigencias de justicia
que aumenten el acervo mínimo. Por ello, los Estados deben fortalecer los
grandes proyectos de máximos de felicidad, aprovechando así su poder
dinamizador a fin de mantener el pluralismo.
Por su parte, las "morales de máximos" han de purificarse y
autointerpretarse desde los mínimos. En el caso, por ejemplo, de la
religión cristiana, el mandato del amor ha de encarnarse en la vida
cotidiana, pues un buen número de fieles "con la coartada de la caridad
han olvidado la justicia", que es exigencia de la ética cívica,
dando lugar a "una nefasta tendencia: la de atentar contra exigencias
de justicia por causas presuntamente de más elevado rango (amor, Estado,
solidaridad grupal)".
Finalmente, debemos evitar la separación entre las "morales de
máximos" y la "moral de mínimos". Ninguna de las dos
morales debe proclamarse autosuficiente, pues una "moral de máximos"
autosuficiente termina empleando el único medio para lograr un monismo moral:
la imposición. Y una “moral de mínimos” autosuficiente acaba convirtiéndose en
ética estatal que engulle, cual Leviatán, a los ciudadanos. La tarea consiste
en descubrir en las distintas morales de máximos los valores compartidos que
habrán de componer la “moral de mínimos”, en vez de actuar como si los valores
de una y otra fueran paralelos. Se trata de hacer posible que las personas
busquen su felicidad empleando los fines y medios que ellas mismas elijan, pero
al mismo tiempo realicen los actos de justicia que la sociedad exige para su
cohesión y estabilidad. Sin sociedad ordenada y estable es imposible ser feliz,
pero sin felicidad de sus miembros toda sociedad pierde su sentido.
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