CRISIS ECONÓMICA: CRISIS MORAL I Y II

Inquietudes- 24 de abril y 1 de mayo de 2009

Crisis económica: Crisis moral (I y II)


Por: JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO 

La crisis económica que padece el mundo tuvo como causa próxima o inmediata la codicia de personas que ocupaban y ocupan posiciones privilegiados y desempeñaban y desempeñan roles determinantes en las actividades industriales, comerciales y financieras del orbe. Así lo han reconocido los más poderosos y prest igiosos gobernantes y los más conspicuous dirigentes civiles de los poderosos países donde tuvieron su origen las operaciones codiciosas.

Las medidas que han sido tomadas por los gobiernos con el propósito de superar los efectos de la crisis, pertenecen al orden económico, financiero, fiscal y jurídico. Estas medidas se están aplicando en un marco de control gubernamental que en los últimos tiempos habia eliminado o,almenos relajado, en obediencia a revividas teorías políticas que creen en el poder autorregulador del mercado. Pero nada se ha dicho, hasta hoy, sobre la causa próxima de Ia crisis ni tampoco sobre su causa remota.

Como hemos dicho, la causa próxima o inmediata de la crisis económica mundial fue Ia codicia de personas de alto rango socioeconómico, que aprovecharon para su propio beneficio las libertades que el sistema normative jurídico les concedía – y aún les concede – y la ausencia de vigilancia y control gubernamental, esta última como resultado de una conducta del poder público sustentada en la visión de un mercado autorregulado, visión alimenda por la idea de un ejercicio responsible de la libertad interior de los actors económicos que subyace en el sistema politico vigente.

La codicia es un fenómeno humano que consiste en el amor desmesurado por la ganancia; es, por tanto, una falta moral, un vicio. Todos los hombres sentimos amor por la ganancia, el cual se manifiesta en un impulse hacia el beneficio personal o hacia el lucro, que hace parte del conato Spinoziano según cual "todo ente persevere en suser". En este sentido tal amor es natural, y por lo tanto normal. 

Pero la perseverancia en el ser que, según Spinoza, se produce en todo ente, cuando se trata del hombre, que es un ente corporal, espiritual y por tanto racional, libre y social, tiene los límites trazados por su carácter moral, el cual consiste en que el hombre tiene dominio de sí, o sea, capacidad de autodeterminarse, autogobernarse o autocontenerse, en una palabra, capacidad de libertad interior. 

Como ente corporal, el hombre tiene apetitos sensibles que lo impulsan a actuar con intenciones egoístas que manifiestan el conato spinoziano de perseverancia en el ser, pero como ser espiritual y racional tiene la obligación de dominar sus impulsos para autocontenerse y autodeterminarse en su conducta, a fin de que sus actos lo conduzcan a su auténtico bien plena rio, el cual está relacionado con su ser integral y su vida entera vivida conforme a su naturaleza, y no con la satisfacción inmediata y efímera de sus apetitos sensibles.

Como ser racional el hombre debe saber que él, como animal, está determinado por sus tendencias, que es el nombre de los menoscabados instintos en los seres humanos, los cuales son el origen de nuestros apetitos sensibles; pero al mismo tiempo está obligado a conocer, y a obrar en consecuencia, que él tiene la capacidad y la obligación moral de canalizar las energias de sus tendencias orientándolas con su razón hacia la realización de actos que porten valores morales pertenecientes no solo a su dimensión individual, sino tambien, y especialmente, a su dimension socia. Esta es una obligación que emana de un tipo de responsabilidad que se denomina responsabilidad antecedente, la cual consiste en saber que somos sujetos a la vez determinados y libres:determinados por nuestras tendencias y apetitos sensibles, y libres porque podemos elegir racionalmente nuestros actos; y en tener la convicción,y obrar conforme a ella, de que para que prevalezca la libertad sobre los determinismos debemos realizar esfuerzos de autodominio y combater a nuestras propias tendencias para no vernos arrastrados hacia acciones irracionales y egoístas.

Las personas cuya conducta fue causa próxima o inmediata de la crisis, fueron sujetos de codicia, pero no solamente de este vicio moral, sino tambien de falta de responsabilidad antecedente, bien porque no sabían que eran seres determinados por sus apetitos, o bien porque sabiéndolo no pudieron controlarlos y orientarlos racionalmente. Por lo tanto, fueron codiciosos e irresponsables. En una palabra, fueron inmorales.

Los gobiernos de los países donde actuaron estas personas codiciosas e irresponsables, y por ende inmorales, que causaron la crisis, no se han pronunciado desde el punto de vista de la moral social sobre la conducta de estos, como no sea mediante expresiones retóricas de censura en las que han utilizado estas dos palabras: codicia e irresponsabilidad. Tampoco, que yo sepa, lo han hecho respecto de una posible antijuridicidad de dicha conducta; pero a este ultimo respecto no diré nada en este escrito, ye que en él me limitaré a referirme a la dimensión moral de la conducta, en especial a la moral social. 
Pues bien: las medidas que se han tomado, de carácter económico, financiero, fiscal y jurídico encaminadas a conjurar la crisis, pueden tener la virtud de superarla- el deseo unánime del mundo es que la supere-, pero no constituyen una respuesta adecuada a la índole moral de la causa inmediata o próxima de la crisis. Las causes morales de la conducta humana cotidiana no son causas coyunturales o efímeras, puesto que ellos residen en la estructura moral de las personas, que es una estructura sólida y estable configurada en el carácter de las personas. 

Las personas que causaron la crisis con sus conductas realizaron las acciones correspondientes durante un tiempo prolongado y de manera reiterativa, de modo que, a todas luces, sus actos provenían de la estructura de su carácter. Esta estructura fue configurándose con cada persona a lo largo de mucho tiempo, durante el cual ejercieron su actividad profesional con éxito evidente, aunque solo aparente, pero real para ellos y, sobre todo, superlativamente favorable a sus intereses. Fueron actos repetidos que se convirtieron en hábitos y, por lo tanto, en elementos integrantes del carácter de esas personas.

Es sabido que los actos cotidianos de toda persona brotan de su carácter, que es definido por el extinto profesor emérito de Harvard, Gordon W Allport, como "La organización dinámica, al interior del individuo, de los sistemas psicofísicos que determinan su pensamiento y su acción".

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA ÉTICA PROFESIONAL (VI)

LA LIBERTAD

EL NOMBRE DE LA ÉTICA EN CÓRDOBA