TRANSFORMACIÓN DEL CARÁCTER
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Inquietudes- 18 Octubre de 2007 |
Transformación
del carácter
Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO
Los consejos de la prudencia, las prédicas morales y las
disposiciones jurídicas, que
persiguen la regulación de las conductas
humanas, se estrellan a menudo contra
la obstinada y terca realidad del carácter de las personas. Contra esta realidad chocan incluso, los propósitos
de las personas para alcanzar objetivos
y metas personales, porque para contrarrestar un impulso del carácter no bastan los deseos ni las meras intenciones.
El carácter de un hombre está formado por sus
experiencias, tanto intelectuales como afectivas y comportamentales. Estas experiencias se combinan en
misteriosa alquimia con el temperamento y la inteligencia
del individuo y dan
lugar a actitudes, hábitos y condicionamientos, que son estructuras o mecanismos psicofisiológicos que originan automatismo de conducta. Estos automatismos hacen que las
conductas de las personas sean estables, repetitivas
y resistentes al cambio, características
estas que son idénticas tanto en el caso de conductas moral o jurídicamente censurables como en el de conductas de la misma índole que sean
plausibles.
Lo que cada persona vive, hace y piensa, va dejando huellas en su organismo, las cuales se
reactivan cada vez que la persona
enfrenta situaciones similares a las que
produjeron sus acciones anteriores y dieron lugar a las estructuras psicofisiológicas
que mecanizan su conducta. De este modo la
persona repite la misma acción inicial de
manera automatizada, no digamos inconscientemente, sino irreflexivamente.
La configuración en un solo haz de las
actitudes, hábitos y condicionamientos de una persona -que
como hemos dicho se forman de la combinación de
las experiencias vividas por ella con su temperamento e
inteligencia-, constituye su carácter. Este carácter
representa el modo de ser, la manera habitual que
tiene el sujeto de responder a los estímulos
del ambiente. El carácter es la
"morada" del ser, palabra con la que Heidegger tradujo el vocablo griego ethos, que significa
carácter: la morada del ser, es decir, aquella fuente de la
que brotan sus actos.
Los actos de la persona, repetidos,
van formando su carácter, y de este,
que es su morada, brotan sus actos futuros. Esta estructura circular mecánica de la
conducta humana, es la causa de que los consejos de la prudencia, las prédicas morales y las disposiciones jurídicas, así como las intenciones de
las personas, sean frecuentemente ineficaces para
lograr un cambia de su conducta.
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