EL ORDEN III

 

Inquietudes 13 de marzo de 2009

El orden (III)


Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO

 

Un Líder,  y en general todo aquel que tiene poder, debe saber que él es el principal responsable del orden en su organización, y por tanto debe conocer de manera clara y distinta que tal orden depende de Ia sujeción de sus miembros a las reglas de conducta que rigen en ella, sean reglas técnicas o sean normas. Como hemos dicho ya, ésta sujeción equivale a la observancia o cumplimiento de dichas reglas, el cual puede darse de tres maneras: espontánea, no espontánea y mediante imposición forzada.

 

Para que se dé el cumplimiento espontáneo de las normas, es necesario que sus destinatarios le otorguen "reconocimiento", el cual consiste en la convicción de que, al cumplirlas, se realiza algún valor, es decir, se logra un fin que favorece el bien a la justicia, metas indispensables para el hombre.

 

El conocimiento de lo anterior permite al líder comprender que una norma no debe ser dictada caprichosamente o en vista de fines protervos, sino que debe ser concebida en vista de un fin valioso, es decir, favorable a la sustantividad humana. Solo así puede ser reconocida y cumplida espontáneamente una norma. Por eso dijimos que el ordinante (el que hace la norma) debe conocer Ia realidad  social y los valores que convienen al Progreso Moral y material de los destinatarios de las reglas de conducta.

 

Si una norma no es cumplida espontáneamente, solo puede serlo en forma no espontánea o de manera forzada. El cumplimiento no espontáneo se da, por ejemplo, por temor, y Ia imposición forzada, por acción del poder público. Únicamente el cumplimiento espontáneo garantiza un orden tranquilo, ya que el cumplimiento no espontáneo implica Ia realización de un acto por temor o por cualquier otro "principio patológico de la conducta", como Ilamaba Kant a los principios de conducta distintos a la intención de cumplir el deber; y la sujeción por imposición forzada conlleva el uso de la fuerza pública. Y estos dos tipos de observancia de las normas  obedecen a razones heterónomas que no educan adecuadaente la voluntad, y por el contrario originan resentimientos y otras pasiones que inducen a conductas violatorias de las normas.

 

En cambio, en el sometimiento espontánea el sujeto toma para sí como fin de su acto el fin o valor que la norma busca realizar, porque la reconoce, la juzga conveniente para su propio bien y la acepta. Es claro que para que una persona haga el reconocimiento de una norma, es decir, para que tenga la convicción de que el precepto busca realizar un  valor y con base en tal convicción se ponga en disposición de cumplirla espontáneamente, tal persona ha de haber sido educada de manera adecuada. Se deduce entonces que la mejor garantía de un orden social estable es el binomio “norma justa-educación adecuada”.

 

Una educación adecuada es aquellas que comprende tanto el cultivo de la inteligemcia como la formación y esforzada conquista de una voluntad racionalizada que equivale a una formación moral. Esta es la razón por la cual los regimens de la fuerza no logran un orden estable, creativo y productivo, pues dentro de ellos el móvil del ncumplimiento de las norma es el temor, y la gente que solo obra por temor tiene menoscabadas sus capacidades humanas y suele comportarse como “los ratones, que hacen fiesta cuando el gato esta ausente”.


 



 

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