ÉTICA PROFESIONAL (V)

 

Inquietudes


Etica profesional (V)

 

Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO

 

Ciertamente, los códigos éticos profesionales ofrecen seguridad, pero esta es relativa sobre todo porque, debido a la incoercibilidad, la interioridad y la autonomía de la moral, no existen ni pueden existir tribunales morales que puedan interpretar con autoridad las normas de un código ético e impongan la aplicación forzada de las mismas aún en contra de la voluntad del actor, como sucede con las normas jurídicas.

 

 

Ante el aludido problema, que parece no tener solución, el profesor Eugenio Arrieta Peña propone que los códigos éticos profesionales impliquen siempre un compromiso voluntario y libre de los propios profesionales, con lo cual se le resta peso a la heteronomía de las normas. Sugiere también que estas sean redactadas distinguiendo los tonos prohibitivo y recomendatorio, asignando aquel para obligaciones categóricas de todos los profesionales, y este para las situaciones que admitan no solo el comportamiento señalado en la norma, sino también otros que puedan ser preferidos por cada profesional. Finalmente, propone que se tenga sumo cuidado en la redacción de las normas, evitando al máximo las ambigüedades y las excesivas generalidades.

  

Pero, además de las mencionadas propuestas, que son fórmulas de atenuación del problema que por la naturaleza autónoma de las normas morales y su condición de no escritas implican la heteronomía y el carácter escrito de las normas de los códigos éticos profesionales, el joven autor Eugenio Arrieta Peña pone en consideración la siguiente sugerencia que armoniza con la naturaleza autónoma de la moral: Cada profesional debe actuar en cada caso según el dictamen de su propia conciencia moral, "inclusive en casos donde la aplicación del código sea adecuada".

 

Finalmente, propone en la excelente obra que hemos citado, que cada profesional adopte la ética del deber creada por Emmanuel Kant. Como se sabe, el objeto de la ética es el bien, y según la ética kantiana, en el mundo, ni fuera de él, no hay nada que sea absolutamente bueno, excepto una buena voluntad. Y una buena voluntad es aquella voluntad que tiene la disposición permanente a conducir la propia vida obedeciendo imperativos categóricos. A su vez, un imperativo categórico es un mandato que por su racionalidad y consiguiente universalidad hace necesaria una acción que en sí misma es contingente. De los imperativos categóricos surgen los deberes morales, y por eso para tener certidumbre de cuál es nuestro deber en un caso determinado, debemos someter la máxima de nuestra acción, es decir, el pensamiento que justifica subjetivamente nuestra acción, al test del imperativo categórico. Solo una máxima que supere dicho test puede orientar una acción que constituya un auténtico deber moral.


 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA ÉTICA PROFESIONAL (VI)

LA LIBERTAD

EL NOMBRE DE LA ÉTICA EN CÓRDOBA