LA FELICIDAD

Inquietudes- 20 de julio de 2007

La felicidad 


Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO 

 ¿Qué es la felicidad, ese bien absoluto o supremo que todos los hombres apetecen? Aristóteles definió la felicidad como "el acto u operación del alma conforme a la virtud perfecta". Esta definición incluye el placer, porque el admitió que el placer es inherente al acto. De igual modo reconoció que la teoría o contemplación y la buena fortuna, son necesarias para la felicidad.

   Con base en estas ideas y acogiendo la opinión filosófica más compartida, podemos decir que realmente la felicidad es tan solo una forma que admite múltiples contenidos, todos ellos consistentes en bienes que sirven de medios para alcanzarla, los cuales han sido profusamente analizados por la filosofía. Por ejemplo, el placer, la virtud, la contemplación, el deber, la apatheia.

   Pero como dice Jose Luis Aranguren, "la señal de la verdadera felicidad son el sosiego espiritual, la quiescencia y la paz". Y estas señales pueden conseguirse solo con la conjunción de la buena conducta y la buena fortuna."Euphraxia",era el término griego utilizado para referirse a esta confluencia de buena conducta y buena fortuna en que consiste la felicidad. Esta "Euphraxia", como ya dijimos, no excluye el placer, sino que lo comprende necesariamente, porque el placer es inherente a cada acto de la vida. Para alcanzar la felicidad son necesarios los bienes externos, los bienes del cuerpo y los bienes del alma, y se precisa, conjuntamente, del placer, la virtud y la contemplación, y también del deber e incluso de la aphateia.

   Pero la vida humana es constitutivamente un drama; según palabras de Suárez, "es siempre la lucha frenética por conseguir de hecho lo que somos en proyecto". El hombre tiende necesariamente a la felicidad sin poder alcanzarla, porque es difícil la coincidencia, y cuando ocurre es siempre demasiado fugaz, entre nuestra vida proyectada y nuestra vida efectiva y real, como decía Ortega y Gasset. Por eso la ética, siendo necesaria, es insuficiente para obtener el sosiego espiritual, la quiescencia y la paz, signos reveladores de la felicidad.

   Con excepción de los pocos qua comulgan con la idea desesperada de Nietzche (Dios ha muerto), inspirada en una hipótesis literaria de Dostoievski, todos los filósofos admiten que para alcanzar la felicidad la ética ha de abrirse a la religión.

   Hemos dicho y lo repetimos ahora, que el hombre está determinado por la naturaleza a buscar la felicidad. Ésta es el bien absoluto, el bien general, el bien perfecto. Pero como es un bien abstracto, indeterminado y vacío, el hombre no puede hacerlo objeto de su intención. En otras palabras: los actos humanos, que son deliberados y teleológicos, no pueden tener como fin la felicidad, porque esta no tiene contornos, rasgos ni perfiles concretos que permitan su identificación y tras de ella su búsqueda directa y su apropiación.

   El hombre, pues, está ligado por naturaleza al bien absoluto, general o perfecto, pero no puede hacerlo objeto de su voluntad consciente, o sea, su voluntad según la razón; él apetece la felicidad, pero lo que lo mueve a buscarla es la voluntad según la naturaleza.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA ÉTICA PROFESIONAL (VI)

LA LIBERTAD

EL NOMBRE DE LA ÉTICA EN CÓRDOBA