DEMOCRACIA Y LIBRE ALBEDRÍO (III)

Inquietudes

 Democracia y libre albedrio (III)

Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO

 

 

Con el uso de su inteligencia el hombre puede conocer la realidad sobre la que actúa para satisfacer sus necesidades, y con el ejercicio de su voluntad tiene que habérselas o arreglárselas con tal realidad, en busca de apropiarse de ella. La naturaleza lo impele o impulsa a hacer uso de la inteligencia, pero lo abandona y lo deja a merced de este, sin importar el nivel del cultivo que cada sujeto haya alcanzado de dicha facultad, y también a merced de su voluntad, es decir, de su libertad de querer, interior, libertad moral o libre albedrío, que es una cualidad de la voluntad.

 

 

La libertad es la capacidad que tiene el hombre de elegir y de tomar decisiones bajo el señorío de la razón sobre sus tendencias instintivas, sus emociones, sus intereses y sus caprichos. La libertad implica también la ruptura de los automatismos conductuales de la actitud, los hábitos y los condicionamientos, que son mecanismos aprendidos que habitan en el carácter o ethos de ceda persona, la morada del ser, como lo llama Heidegger, lugar de donde brotan los actos cotidianos de la persona.

 

La libertad humana es congénita o innata, pero la capacidad correspondiente solo aparece en cada persona después de un proceso de maduración biológica y psicológica, mediante el cual se forma en el sujeto un espacio interior que le permite alcanzar la discrecionalidad de juicio, consistente en la capacidad de ponderación de dos o más juicios, de los cuales se deduce uno nuevo que contiene una nueva verdad o una nueva valoración.

 

Sin embargo, en el momento de su aparición o surgimiento, la capacidad de libertad de una persona es incipiente y se reduce a impedir que el acto sea absolutamente determinado por la naturaleza. En realidad, a partir de ese momento cada persona debe iniciar un arduo proceso de conquista de su libertad de querer, interior, libertad moral o libre albedrío, mediante continuos y disciplinados ejercicios de combate entre su razón y las exigencias de su propia sensibilidad, con el apoyo de las instituciones, especialmente la familiar y la educativa.

 

 

 

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