ÉTICA Y ESTADO III
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Etica y
Estado (III)
Hay,
pues, entre nosotros, diversos códigos morales que, sin coordinación entre ellos, conforman una
"babel de códigos
morales". Convivimos en una sociedad, o dicho en forma más precisa, las diversas
personas y grupos en Colombia, que son regidos por códigos morales distintos, conviven en la
sociedad colombiana, y ello es prueba irrefutable de que existen unos valores compartidos que
están en la base
de la convivencia. Pero estos valores compartidos se van difuminando por la falta de conciencia que
las personas
tienen de ellos debido a Ia ausencia de difusión y promoción, y además porque los valores que se
difunden, promueven
y fomentan son, como ya lo dijimos, los valores del individualismo liberal, especialmente los de
su vertiente económica.
Como consecuencia, la sociedad colombiana va perdiendo cohesión y estabilidad debilitándose
la justicia y el
bien común, pues la prosecución de estos valores no es -no puede serlo-
exclusivamente tarea del Estado.
Los códigos morales que rigen a personas y grupos son llamados por Adela Cortina
"morales de máximos", y ellos apuntan a la obtención de una vida buena y
feliz, cada una desde
su propia concepción del bien. En las democracias liberales las personas tienen
derecho a elegir la forma de vida buena que deseen, en busca de su felicidad, y ello debe
ser permitido
tanto por el Estado como por la sociedad civil. A aquel le está vedado intervenir en la
esfera donde se conciben
los valores correspondientes, y ésta está obligada a la tolerancia frente a la pluralidad de códigos
morales. Pero
una sociedad así se atomiza moralmente, y este parece ser el diagnóstico de nuestra
sociedad colombiana.
Por eso ha surgido
la ética cívica, que la autora española denomina "ética de mínimos". Las
"morales de máximos", al igual que Ia moral individual, tienen por
objeto el bien
de las personas, la felicidad de estos: lo que persigue son máximos de felicidad. Mientras que la
"moral de mínimos”o ética cívica tiene por objeto o fin Ia justicia: su objetivo son mínimos de justicia.
Las personas tienen derecho
a buscar el bien que hará su vida buena o feliz, tal como la han concebido, y pueden hacerlo
sin interferecias del Estado ni de otras personas o grupos: no obstante, las personas están
obligadas a ser justas en sus relaciones con las otras personas, pues viven en una sociedad cuya cohesión y
estabilidad exige este valor como condición de posibilidad de la convivencia. La orientación, los valores y principios
para promover las conductas justas la proporciona la "etica de mínimos"
o ética cívica, que
se edifica sobre los valores compartidos entre todas las personas y grupos que rigen
sus vidas por
"morales de máximos" en busca de su felicidad.
La
enseñanza de la ética cívica es tarea de la sociedad y del Estado. Pero en
nuestro caso ambos permanecen indiferentes al cumplimiento de este deber. La
primera por falta de conciencia de sus dirigentes, y el segundo porque el
paradigma liberal de la no intervención en la moral de los individuos lo
mantiene paralizado y ciego a la dimensión social de la moral de las personas,
que debe ser regulada por la ética cívica o “moral de mínimos”.
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