ÉTICA Y ESTADO (I)

Inquietudes

 

Ética y Estado (I)

 Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO

 

En la crisis cultural que padecemos los colombianos: Crisis social, política, económica, jurídica, subyace una crisis moral. Cuando surge un hecho perteneciente a cualquiera de estas categorías, que manifiesta la crisis, el Estado se yergue para conjurar sus peligros y amenazas y lo logra con más o menos éxito. Pero no pasa mucho tiempo antes de que se presenten nuevos hechos que revelan la crisis nuevamente.

 

Esta recurrencia se debe a que la causa eficiente de los hechos perturbadores de la normalidad es de naturaleza moral, y contra esta la organización política nada hace porque el Estado se rige por el paradigma liberal de que al soberano político le está vedado intervenir en los asuntos morales de los individuos. Sin embargo, esto no ha sido siempre así y es discutible que deba ser así. La filosofía política clásica, por ejemplo, sostiene que el fin del Estado es la vida buena de las personas, es decir, Ia felicidad de las personas. Algunos teóricos del comunitarismo acogen estos planteamientos.

 

La moralidad de una sociedad consiste en el comportamiento de las personas que la componen, referido este comportamiento al bien y al mal. Los individuos obran según los valores morales que profesan y estos dependen de Ia concepción del bien que ellos mismos tengan.

 

Según Aristóteles, padre de la filosofía política clásica, “el hombre es por naturaleza un animal político". Esta fórmula debemos interpretarla así, contextualizándola en sus obras Política y Ética a Nicómaco: i) El hombre es constitutivamente social. ii) Por ende, es político por naturaleza (animal político). iii) Influido por estas dos cualidades, el hombre vive en comunidad -tiene que vivir en comunidad-, siendo la Polis, el Estado, la más perfecta de todas estas. iv) El fin del hombre, su soberano bien es la felicidad (eudaimonía), puesto que el fin de una cosa es el desarrollo de su naturaleza, y la naturaleza del hombre es su sociabilidad y su politicidad, las cuales suponen su racionalidad y su libertad. v) El fin de la comunidad, y por ende el fin del Estado, es el soberano bien del hombre, es decir, su felicidad e eudaimonia. vi) Todos los hombres buscamos, por naturaleza, vivir una vida buena, es decir, una vida feliz, y aunque no todos tenemos las mismas concepciones del bien, la concepción correcta es adquirida mediante la crianza, la educación y la cultura, que corresponde impartir a la familia, la comunidad y el Estado. vii) Por consiguiente, la finalidad del Estado es la perfección moral de sus ciudadanos, o como dice Aristóteles, el Estado "existe para permitir el buen vivir".

 

 

 

Todas las sociedades tienen códigos morales que regulan la conducta de sus miembros, de conformidad con la concepción que ellas tienen del soberano bien. Algunas son orientadas por un código moral único, como lo estuvo Colombia hasta la entrada en vigencia de la Constitución Política de 1991. En todas las sociedades latinas ha regido tradicionalmente un monismo moral de inspiración católica, pero el proceso de globalización ha venido transformando esta situación mediante el establecimiento de regímenes de democracia liberal que permiten y fomentan el pluralismo político y moral. El monismo moral era el clima normal del mundo en la época anterior a la globalización, pero llegada ésta y establecida la democracia liberal, los códigos morales únicos en las sociedades occidentales han venido siendo reemplazados por una variedad de códigos morales en una misma sociedad.

 

 


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