LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA II
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-Inquietudes- 28 de noviembre de 2008 |
La virtud de la templanza (II)
Por JUAN FRANCISCO PEREZ MERCADO
La característica sobresaliente de la virtud cardinal de la templanza es que ella se verifica y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante, en contraste con las demás virtudes fundamentales, que se proyectan siempre hacia el exterior. Así, la prudencia, que es la virtud cardinal de la inteligencia, mira al orden en su universalidad, porque ella apunta hacia la verdad, que es la correspondencia con la realidad; la justicia, que es la virtud cardinal de la voluntad, dice relación específica a los demás, puesto que, como valor, la justicia consiste en dar a cada cual lo suyo; y la fortaleza o valor, que es la virtud cardinal de las tendencias orientadas hacia los bienes arduos, hace que quien la posee sabe olvidarse de sí mismo, llegando a inmolar sus bienes y su vida, en aras del bien arduo perseguido.
La templanza, en cambio, revierte sobre el mismo sujeto que la ejercita. En efecto, el hombre que actúa con templanza tiene puesta sobre sí mismo la mirada y su voluntad. Pero hay dos formas de amarse a sí mismo: una es desprendida y otra es egoísta. Solo la primera garantiza la autoconservación. La segunda destruye. La templanza es, por consiguiente, autoconservacióndesprendida. La falta de templanza equivale a autodestruccion.
Las actividades en las que el hombre debe tener templanza son principalmente la comida, la bebida y el deleite sexual. En este último tipo de actos debe haber sobriedad y castidad, entendida no como abstinencia sino como ejercicio responsable de la sexualidad dentro del orden de la razón. Tambien en aquellos actos en que interviene nuestra tendencia a la excelencia, es decir, a ser importante, pues este instinto suele degenerar en soberbia, que consiste en creerse Dios o superior a Dios y a los demás hombres. A este defecto debe oponerse la humildad, que es una forma de templanza. De igual modo, debe actuarse con templanza cuando la ira amenaza arrastrarnos; en estas ocasiones debemos oponer la mansedumbre, que no consiste en erradicar la ira, sino en canalizarla hacia el bien, junto con la fortaleza. A este respecto conviene recordar la certera sentencia según la cual "lo que hincha el pecho del soberbio no es soberbia sino angustia”.
Fernando Savater explica la virtud de Ia templanza de una forma que a mi me seduce. Dice el filósofo español: El placer es legítimo. El está en la base de la alegría. Inclusive los placeres sensibles. No hay, pues, que abstenerse del placer, pero hay que disfrutarlo moderadamente (por algo la templanza se llama tambien moderación).Cada persona tiene en el horizonte de su vida un elenco de variados placeres, y su alegría depende del disfrute de todos, con moderación. Y ¿en qué consiste la moderación? Simplemente en no dejarse arrastrar por el placer que estamos disfrutando, porque el placer -todo placer-es absorbent y excluyente: amarra para sí y separa al sujeto de los demás placeres, lo que acarrea la pérdida de la alegría. De este modo, la templanza consiste en el ejercicio de la capacidad de separase del disfrute de un placer, cuando el sujeto siente que dicho placer empieza a robarle la alegría al absorberlo y separarlo del resto de los placeres que están en el horizonte de su vida.
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