EL CABALLERO DE LA PALABRA


Homenaje al "Caballero de la palabra" 


Es difícil escribir en unos cuantos párrafos que medianamente queden a la medida de mis humildes pretensiones y a la altura del personaje que quiero referirme, por cuanto es, nada más y nada menos que al “Caballero de la Palabra”, el abogado, escritor y humanista don Juan Francisco Pérez Mercado.
Este brillante monteriano que falleció hace poco dejando un enorme vacío en la sociedad cordobesa, distinguido siempre por su honestidad, entrega y profesionalismo en los cargos que ocupó, y una extraordinaria capacidad para la palabra hablada y escrita, acompañado de ese don innato para la pedagogía de la vida.
“Don Juan”, como siempre lo llamábamos por respeto y admiración, emulando aquella figura legendaria de Carlos Castaneda en su inmortal libro “Las enseñanzas de don Juan” que tácitamente nos transportan a las miles de enseñanzas que nos dejó nuestro líder y mentor empresarial a todos quienes tuvimos el enorme privilegio de recibir de él una charla, una conferencia o un simple consejo..
Indudablemente Córdoba perdió a uno de sus hijos más insignes: Juan Francisco Pérez Mercado, “el Caballero de la palabra”, como comencé a llamarle después que le edité su último libro La Perfectibilidad Humana, a finales del año 2005.
Y fueron muchos los escritos, columnas y ensayos sobre la Ética el Derecho y el comportamiento humano que pasaron por su pluma prodigiosa, dueña de una versatilidad y riqueza excelsas, que también quedaba demostrado cada vez que dictaba esas magistrales charlas y conferencias que no solo nos enriquecían nuestro léxico sino también nuestro espíritu y pensamiento.


Recuerdo que sus oratorias excepcionales casi siempre comenzaban evocando a grandes pensadores como Nietzsche, o Hegel u otros filósofos modernos como Fernando Savater, últimamente uno de sus preferidos. Casi siempre había una palabra extraña para la audiencia desprevenida, pero milimétricamente utilizada en el engranaje de lo que expresaba. Yo a veces me quedaba al final para preguntarle a solas el significado o connotación de un vocablo, y él, con esa paciencia y esa riqueza pedagógica, no solo me explicaba el origen de la palabra, si no su aplicación al tema que trataba y de ñapa me regalaba un ejemplo aplicado a la conducta humana.

Hoy esa pluma excepcional, esas palabras exquisitamente precisas y ese pensamiento virtuoso trascienden desde lo alto como un invaluable legado que nos deja “don Juan” a quienes aprendimos de él a partir de su inigualables e irrepetibles enseñanza de vida.
 

Me quedan en la mente y en el corazón un verso que me dio para que lo publicara en la revista de Comfacor, de los pocos versos que le conocí: “Siempre estamos a la espera, de algo o de alguien”


Comentarios

  1. El Kiko. Charlar con él, estar frente a su presencia, el sentimiento inmediato era estar compartiendo con un ser excepcional, superior. Su cultura, su sabiduría, su don de gentes, su comportamiento, su carácter, el respeto que infundía, todas esas virtudes que conocí de él en el poco tiempo que compartimos en su casa y en su oficina de aerocivil, cuando en mis años mozos me trasladé a Bogotá en busca de trabajo y que él me ayudó a conseguir, fueron causando en mí una especie de metamorfosis en mi modo de pensar.
    Era como si hubiera conseguido un segundo padre. Fue tanto mi admiración por el kiko que anotaba en una libreta las frases que más me impactaban cuando hablaba o pronunciaba un discurso cuando estaba terminando su carrera de derecho. También estudiaba derecho de noche al igual que él, y cuando iba a preguntarlo a su salón de clases todos pronunciaban su nombre con respeto y admiración, era el mejor estudiante, el de mostrar en esa época en la Gran Colombia.
    No son pocos los recuerdos que tengo del kiko que no los podría resumir en este escrito, pero, lo que más me impregnó de esa gran persona fue su condición humana, su sencillez y humildad. Era muy humano.
    Recuerdo que una vez uno de sus subalternos, por esos errores que uno comete cuando joven y de los que después se arrepiente, dejó de asistir tres (3) días a su sitio de trabajo y se presentó ante él resignado, sin justificación alguna a recibir su carta de despido. El Kiko se quedó mirándolo y después de escucharlo, palabras más o palabras menos le dijo : si el despedirte solo te perjudicara a ti y sintieras el rigor de quedar sin empleo, no dudaría en despedirte ya; pero, sé que tienes familia, una esposa y un niño de meses, y ellos no deben sufrir por la irresponsabilidad de un desconsiderado como tú, así que te voy a sancionar con una multa de 3 días de sueldo , pero, continuas conservando tu trabajo y espero que reflexiones lo que puede acarrear una conducta tan reprochable como la que cometiste. Esa era el kiko.
    Atte.
    JUAN ELIAS CURE PEREZ.

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